Las ciudades juegan, cada vez más,
un papel preponderante en la estrategia de internacionalización de las instituciones
de educación superior. Esa importancia se pone de manifiesto también en la
proliferación de rankings en los que se indican cuáles son las ciudades más
atractivas para el talento humano mundial. Esta semana, Times Higher Education
(THE) se hace eco de un estudio realizado por el Martin Prosperity Institute de
la University of Toronto, que ha estado analizando la base de datos de THE World
University Rankings para determinar las principales ciudades para la educación
superior internacional en función del nivel de congregación de las instituciones
mejor posicionadas en esta tabla de clasificación mundial de las universidades.
Como era de esperar, los
resultados del estudio arrojan un predominio de grandes urbes metropolitanas de
Estados Unidos y Europa como Londres, París, New York, Chicago, Washington DC,
Los Angeles y Boston. Así como de ciudades localizadas en la región de
Asia-Pacífico, que se consolida como la más dinámica de la economía mundial y en
la que sobresalen Hong Kong, Beijing, Seúl, Melbourne, Sídney y Tokio. En esta
puja por aparecer en la élite de las ciudades que concentran las universidades
de mejor reputación mundial solamente Barcelona aparece en representación de la
enorme y diversa comunidad iberoamericana.
A primera instancia este tipo de
rankings pueden parecernos hasta un poco fútiles porque no nos desvelan ninguna
novedad. No obstante, a la luz de la irrupción de fenómenos políticos que
pueden constituir un verdadero freno para la capacidad de atracción de muchas
de estas megalópolis, se impone en Iberoamérica una profunda reflexión como
señalé en el artículo Trump, Brexit y el futuro de la cooperación universitaria.
Siendo Iberoamérica una región
netamente emisora en el contexto de las movilidades universitarias, la nueva
coyuntura no sólo obliga a repensar los mercados preferenciales de destino para
estudiantes, académicos e investigadores iberoamericanos. La nueva coyuntura
constituye también un momento propicio para el fomento de la integración
regional entre sus sistemas e instituciones de educación superior y, sobre todo,
una enorme oportunidad para que la región pueda presentar credenciales como un
destino viable para el talento de otras regiones del mundo.
En la siguiente tabla,
que he elaborado basada en los resultados de los principales rankings universitarios
entre 2011 y 2016, se muestran las 10 ciudades iberoamericanas que
concentran a las instituciones de la región mejor posicionadas a nivel
internacional.
Las diez ciudades son sin dudas centros
urbanos de relevancia para la región, donde se concentra gran parte de su
capital intelectual, económico y financiero, por lo que no es de extrañar que
sean estas las que encabecen la clasificación iberoamericana. Otras ciudades
con menos concentración de universidades de renombre también podrían tener
enorme atractivo para potenciales estudiantes e investigadores extranjeros. En
ese grupo habría que incluir a Medellín, Montevideo, Lima, Quito, Valparaíso, Concepción,
Monterrey, Guadalajara, Córdoba, Belo Horizonte, La Habana, San José o Ciudad Panamá por incluir
algunas de las más relevantes de América Latina.
Una estrategia a considerar
podría ser la de articular el trabajo a nivel territorial, agrupando a varias
ciudades hermanadas por la vecindad de un mismo espacio geográfico. Un ejemplo
exitoso en este sentido a escala nacional ha sido el de la región de Andalucía
en la que universidades de Sevilla, Granada y Málaga constituyen un polo de
enorme potencial. Otro ejemplo que ha demostrado ser especialmente efectivo en
el contexto trasnacional es el que se ha tejido a nivel transfronterizo entre
las ciudades del norte de Portugal y la región de Galicia en la que
universidades de Oporto, Braga, Vigo, Santiago de Compostela y A Coruña han
destacado por su activa participación internacional.
Está claro que no basta sólo con
disponer de buenas universidades que ofrezcan educación e investigación de
calidad. Muchos otros elementos influyen en la capacidad de una ciudad para
atraer talento. Es necesario que exista una mayor cooperación entre las
universidades, las empresas, los gobiernos y la sociedad civil para impulsar acciones
de fomento a la economía del conocimiento, en la que el emprendimiento
universitario constituya un componente esencial en la estrategia de desarrollo
de cada ciudad y región.
A esto habrá que agregar también la
existencia de buenas infraestructuras, mejores niveles de seguridad y una vida socio
cultural vibrante y dinámica que sea incubadora de entornos que fomenten la creatividad
y la innovación. Invertir en los valores y patrimonios que hacen de Iberoamérica
un crisol de enorme y variada riqueza cultural es la mejor forma de hacer
atractiva a sus instituciones ante los ojos de una comunidad universitaria ávida de encontrar nuevos destinos para un intercambio
internacional que deberá aumentar exponencialmente en los próximos años. Valorizar
el papel de las universidades como actor clave del desarrollo económico y
social y revitalizar el orgullo por la latinidad parecen ser a todas luces estrategias
muy efectivas.
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